Las microexpresiones según Paul Ekman

Paul Ekman está considerado por la Asociación Americana de Psicología (APA) como uno de los psicólogos más prestigiosos e influyentes del siglo XXI. Es uno de los mayores referentes en el ámbito de la detección de mentiras y de las relaciones entre las emociones y las expresiones faciales. Además, fue co-descubridor de las microexpresiones. En este artículo… ¡Os explicamos qué son, cómo aparecen y su relevancia!

Ekman considera que las microexpresiones se manifiestan en el transcurso de una conversación, y pueden y suelen pasar totalmente desapercibidas por el potencial receptor. Sin embargo, su importancia es manifiesta, porque son movimientos faciales rápidos, no controlados por la persona y que representan diferentes emociones.

De los hechos a la teoría

Paul Ekman es una de las personas que mejor conoce cómo se dibujan en nuestras caras las emociones genuinas. Se define a sí mismo como “un científico cuyos descubrimientos han cambiado mi forma de pensar”.

Tras años promulgando la particularidad de las emociones, consiguió financiación para un proyecto que se convirtió en el punto de inflexión de su carrera. Este aval le sirvió para estudiar, in situ y en profundidad, el origen de las emociones en más de una veintena de culturas.

Sus resultados le valieron para establecer su más conocida generalización: las emociones no son culturales, sino biológicas. Por tanto, son universales y resultado de la expresión genética.

Gracias a estos genes, ciertos grupos musculares de la cara se contraen simultáneamente siguiendo un determinado patrón en función del estado emocional en el que esté la persona. Si se está alegre, se realizarán unos movimientos radicalmente diferentes a los que realizaría si le invadiera el temor. A su vez, de esta idea se derivan otras dos.

Universales y relacionadas con las emociones

La primera es que la aparición de las microexpresiones se produce de manera similar en todos los seres humanos. Es decir, todas las personas, con independencia de la cultura que hayan interiorizado, su desarrollo, la manera en que hayan sido criadas o cómo hayan pasado su infancia, por ejemplo, abren la boca para expresar sorpresa.

La segunda, que hay un grupo de emociones universales que se encuentran íntimamente relacionadas con estas pequeños gestos. Una pequeña sonrisa, un arqueo rápido de ceja, un picor repentino en la nariz… Todo ello son pequeñas variaciones en los músculos de la cara, prácticamente imperceptibles e involuntarias, que en la mayoría de las ocasiones son reflejo de nuestras emociones.

Por tanto, su propuesta central es que, dado que existen emociones bien definidas y una manera predeterminada de expresarlas, es totalmente plausible que otras personas pueden reconocerlas, entenderlas e incluso usarlas con determinados fines.

Hay un gesto único, una cara única.

Emociones que representan las microexpresiones

Necesitamos las emociones para tomar decisiones, comunicarnos, entender a los demás o asegurar la transmisión de nuestros genes. Con esta motivación, Ekman llegó a identificar hasta 10.000 expresiones distintas. En 1978, junto con Wallace Friesen, las clasificó en su Sistema de Codificación Facial (FACS), basado en la anatomía de los músculos faciales.

¿Sabrías decir de qué emoción estamos hablando si alguien arruga su nariz el labio superior? ¿Se podría llegar a saber si alguien tiene miedo tan solo mirándole a los ojos? Te explicamos cuáles son las microexpresiones que corresponden a estas 6 emociones universales:

  • Alegría: Elevación de las mejillas. Comisura labial retraída y elevada. Arrugas en la piel debajo del párpado inferior. Arruga entre la nariz y el labio superior y en la zona externa de los ojos.
  • Asco: Elevación del labio superior. Generalmente asimétrica. Arrugas en nariz y áreas cercanas al labio superior. Arrugas en la frente. Elevación de las mejillas arrugando los párpados inferiores.
  • Ira: Cejas bajas, contraídas y en disposición oblicua. Párpado inferior tenso. Labios tensos o abiertos en ademán de gritar. Mirada prominente.
  • Miedo: Elevación y contracción de las cejas. Párpados superior e inferior elevados. Labios en tensión. En ocasiones la boca está abierta.
  • Sorpresa: Elevación de las cejas, dispuestas en posición circular. Estiramiento de la piel debajo de las cejas. Párpados abiertos (superior elevado e inferior descendido). Descenso de la mandíbula.
  • Tristeza: Ángulos inferiores de los ojos hacia abajo. Piel de las cejas en forma de triángulo. Descenso de las comisuras de los labios, que incluso pueden estar temblorosos.

Aprender a detectar mentiras en 32 horas

Paul Ekman asegura que la razón más común por la que las personas mienten es para evitar el castigo derivado de infringir una regla. Cree que, dada la preocupación actual por la honestidad de los que nos rodean, las microexpresiones pueden ayudarnos a detectar las mentiras que nos intentan hacer creer.

Estos micromovimientos duran una 25ª parte de un segundo. Esto es imperceptible por el ojo humano si no está entrenado para ello. Por eso, el psicólogo decidió realizar una prueba a cerca de 15.000 personas, con la que demostró que el 99% de los participantes no fue capaz de percibirlas.

De ahí comenzó a resaltarse las repercusiones que podría tener saber leer a los demás. De ahí que comenzara a impartir talleres acerca de cómo pillar a los mentirosos y descubrir esas microexpresiones que los delatan. Lo más sorprende es que asegura que ¡es posible aprender a detectarlas en tan solo 32 horas!

La clave es identificar las variaciones/disonancias del comportamiento normal de la persona. Por ejemplo, si alguien está afirmando algo y al mismo tiempo levanta muy ligeramente los hombros, probablemente esté diciendo una mentira. Lo mismo puede pasar si se rasca la nariz o mueve su cabeza hacia un lado.

No obstante, nada es 100% fiable. Siempre existe un pequeño margen de error.Como apunta el escritor Roberto Espinosa, la fiabilidad de la detección depende más del que analiza que del que gesticula: “se dice que no hay mentirosos malos, sino buenos peritos”.

El automatismo de las microexpresiones

Estar suficientemente entrenados en la detección de las microexpresiones puede verse favorecido por el automatismo de estas. Es decir, no pueden ser ni escondidas ni disimuladas de manera absoluta. Si bien se pueden intentar ocultar durante un momento determinado, es prácticamente imposible enmascararlas durante todo el tiempo.

Hasta a las personas más mentirosas y más acostumbradas a timar al resto son incapaces de controlar de forma indefinida su inconsciente. Tarde o temprano, para el ojo entrenado, se acaban delatando.

También es cierto que, a pesar de que el entrenamiento es básico para conseguir descifrar estas microexpresiones, a veces no es tan sencillo. En la práctica, detectarlas pasa por prestar mucha atención al otro, mirarle fijamente, observarle desde la distancia… Y esto puede resultar incómodo para la persona que está siendo evaluada sin darse cuenta.

Además, en ocasiones afecta también el “ruido informativo” que enmascara la manera de gesticular. Por ello, a veces es totalmente necesario emplear un equipo especializado en captar estos momentos.

La mayoría de las mentiras triunfan porque nadie se molesta en averiguar la verdad.

Según Paul Ekman, entrenar en la detección de microexpresiones nos puede ayudar a desarrollar ciertas habilidades sociales y emocionales. Entre ellas, nuestra inteligencia emocional o la empatía, mejorando el manejo de nuestras propias emociones.

Esconder una emoción… también es mentir.

Ser hábiles y rápidos en la identificación de estos pequeños gestos nos permite reconocer ciertas conductas y apreciar mejor los sentimientos de los demás. También nos ayuda a ser más conscientes y expresar de forma más precisa las emociones propias, incrementando las posibilidades de que otros nos entiendan. Así, nos convertimos en personas más sensibilizadas con la gama de emociones, lo que incrementa nuestra conexión con el resto de personas.

Muchos le equiparan a figuras como Darwin, Wundt, Pavlov, Watson, Skinner, Cattell o Sternberg. Paul Ekman, sin duda, se ha convertido en uno de los emblemas de la psicología actual. Sus aportaciones a este ámbito han sentado las bases de una verdadera corriente educativa emocional.

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