Ansiedad negativa

 

“Ningún Gran Inquisidor tiene preparadas torturas tan terribles como la angustia: ningún espía sabe cómo atacar con tanta astucia al hombre del que sospecha, escogiendo el momento en que se encuentra más débil, ni sabe tenderle tan bien una trampa para atraparlo como sabe hacerlo la angustia, y ningún juez, por perspicaz que sea, sabe interrogar y sondear al acusado como lo hace la angustia, que no lo deja escapar jamás, ni con distracciones y bullicio, ni en el trabajo ni en el ocio, ni de día ni de noche”Soren Kierkegaard. El concepto de la angustia (1844).

“La ansiedad mata relativamente a pocas personas, pero muchas aceptarían gustosas la muerte como una alternativa a la parálisis y el sufrimiento provocados por las formas más graves de ansiedad” David H. Barlow, ansiedad y sus trastornos (2004).

 

Cuando hablábamos de ansiedad, en el otro artículo, decíamos que era necesaria, vital para nuestra vida. No es posible vivir sin ella, seríamos seres indefensos, en manos de nuestros enemigos, de cualquier tipo. La ansiedad es una respuesta adaptativa que nos hace enfrentarnos a cualquier problema que se nos presente.

Si es una respuesta adaptativa, ¿cómo es posible que haya personas para las que no solamente no es una ayuda, sino un grave problema, no solo para ellas, sino para los que la rodean y para la sociedad en la que viven?

La ansiedad si no nos sirve para solucionar el problema, o para evitarlo eficaz y permanentemente tendremos la ansiedad patológica.

La ansiedad patológica se caracteriza por la respuesta desproporcionada que damos a los acontecimientos, no la aceptamos y aparece siempre en situaciones que no son adecuadas ni presentan peligro alguno. Se presenta con una intensidad que nos descoloca, que nos hace dudar de todo, que pensamos que vamos a morir, que no hay salvación; nos quedamos, a veces petrificados y sin movimiento y esto nos produce un sufrimiento inmenso.

El problema grave surge cuando las emociones nos ocurren en situaciones en las que ni la lucha o huida son los comportamientos adecuados. En estos momentos nuestro pensamiento está acelerado, nuestros músculos se tensan, sentimos que nuestro corazón se sale, nuestra respiración es acelerada, nuestras partes distales se quedan frías y encogidas, aparece una intensa sudoración, las náuseas, o incluso, los vómitos hacen acto de presencia: nos parece que ha llegado nuestro fin.

Sin embargo no podemos ni luchar ni huir: es la temible ansiedad patológica. Es el miedo al miedo. No hay miedo a nada real, a ningún problema real, incendio, accidente, robo.., no, es nuestra mente que se imagina que puede ocurrir cualquier desastre y estamos convencidos de que así será.

Nuestro cerebro dará la señal al sistema autónomo para que inicie la respuesta adaptativa con el fin de evitar el peligro. Y ese inicio de respuesta conlleva unos síntomas, lógicos, adecuados, idóneos, que en la ansiedad normal son la señal de que estamos preparados para luchar, sin embargo en la patológica es el desencadenamiento de un ataque de ansiedad que nos trastorna y que nos nubla todo nuestro ser. Estamos atrapados, no hay salida: sólo salir corriendo a urgencias o tomar medicación: a veces ni así paliamos los efectos nocivos.

Síntomas de la Ansiedad Patológica

Palpitaciones, Dolores en el pecho, Náusea o problemas estomacales, Mareos o vértigos, Sofocos o escalofríos, Hormigueo o entumecimiento, Falta de aire o una sensación de asfixia, Estremecimiento o temblores, Sensación de irrealidad, Terror, Sensación de falta de control o estarse volviendo loco, Temor a morir, Transpiración, Taquicardia.

Estos síntomas que son comunes a todo tipo de ansiedad pueden variar en intensidad según sea el tipo de ansiedad patológica: no es lo mismo un trastorno obsesivo compulsivo que un ataque de pánico, ni un problema de agorafobia ni un problema de claustrofobia u otros que se nos puedan presentar.

La ansiedad patológica se suele presentar, casi siempre, de una forma difusa, no clara, no sabemos de dónde viene ni cuál es su origen, y entonces nos asustamos; si no conseguimos controlarla, pararla y relajarnos, en esos momentos, es posible que poco a poco el problema sea cada vez más difícil de controlar.

Darwin que un su vida padeció de agorafobia, describía así los síntomas. “El terror provoca temblores, la piel palidece, la sudoración se dispara y el pelo se eriza. Las secreciones del tubo digestivo y de los riñones aumentan, y ambos se vacían de forma involuntaria debido a la relajación de los músculos del esfínter, como es sabido que sucede en el hombre, y como yo mismo he visto en el ganado vacuno, en los perros, gatos y los monos. La respiración se acelera. El corazón late de un modo apresurado, salvaje y violento. Las facultades mentales se ven muy perturbadas. Enseguida se produce una completa postración e incluso un desvanecimiento”.

Otro famoso psicólogo de 1915 Walter Cannon describió de esta forma las reacciones que tenemos cuando se activa la reacción de “lucha o huida”: “los vasos sanguíneos periféricos se constriñen, llevando la sangre de las extremidades a los músculos esqueléticos para que el animal esté preparado para luchar o huir. (Este flujo de sangre que se retira de la piel es lo que hace que una persona asustada palidezca). La respiración se vuelve más rápida y profunda para aumentar el suministro de oxígeno a la sangre. El hígado segrega una cantidad mayor de glucosa, lo que aporta energía a diversos músculos y órganos. Las pupilas se dilatan y el oído se aguza para que el animal pueda evaluar mejor la situación. La irrigación sanguínea se retira del canal alimentario y los procesos digestivos se detienen: el flujo de saliva disminuye (lo que provoca esa esa sequedad de boca típica de la ansiedad) y con frecuencia hay un impulso acuciante de defecar, orinar o vomitar”.

Epicteto decía, en el siglo I: “no son las cosas las que perturban a la gente, sino la visión que tienen de ellas”. Séneca afirmaba: “son más las cosas que nos alarman que las que nos dañan, y sufrimos más en nuestras aprensiones que en la realidad”Esta es la realidad de la ansiedad patológica: realmente no hay ningún peligro real, no hay nada que ponga en peligro nuestra vida, pero nosotros interpretamos todo lo contrario y ante esta decisión nuestro cerebro se pone en marcha y provoca reacciones que no sabemos interpretar, respuestas que no tienen ninguna realidad con lo vivido, sino que nuestra forma de interpretarlas nos lleva al precipicio de la patología ansiosa.

En el siglo XXI Robin S. Sharma, en su libro El monje que vendió su Ferrari, pag. 31 dice: “Lo que separa de veras a las personas alegres u optimistas de las que están sumidas en la desdicha es la forma de interpretar y procesar las circunstancias de la vida”.

Aquí está el origen la ansiedad patológica: interpretar de forma irracional las circunstancias de la vida; la visión que de ellas tenemos. No hay realidad alguna a la cual podamos dar credibilidad: todo es lo que nosotros pensamos que puede suceder, lo que “vemos” que puede ocurrir y jamás podrá ser hecho realidad porque nosotros, por mucho que pensemos, jamás se realizarán nuestros pensamientos ansiosos; la verdad es que sí hay probabilidad de las cosas que pensamos sucedan, sean las que sean, pero no hay posibilidad alguna de que se conviertan en realidad.

 

“las amenazas que generan más ansiedad no radican en el mundo que nos rodea, sino en nuestro interior: en nuestra incertidumbre sobre las elecciones vitales que hacemos y nuestro temor a la muerte. Aprender a conocer la ansiedad es una aventura que cada hombre debe afrontar si no quiere perderse, o por no haber conocido la ansiedad o por haberse hundido en ella. Aquél que ha aprendido a vivir en la ansiedad de la forma debida ha aprendido lo más importante”.

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